Las cosas de Arancha

Las cosas de Arancha

viernes, 20 de febrero de 2015

Esa noche todo terminó. Ella estaba sentada en su butaca favorita, viendo su programa de televisión favorito, cuando él irrumpe en la habitación silenciosamente. Trae ganas de batallar y un par de copas encima; ella lo mira desesperada y atemorizada; él, muy serio y distante, provoca la temida discusión. Los gritos se suceden, las voces luchan por ser las más escuchadas, los ojos de ella rompen en lágrimas de decepción y angustia mientras que él sigue gritando. Ella piensa “no es justo, no es verdad, no lo siente, es el alcohol”. Él cada vez grita más fuerte. De repente, el silencio inunda la habitación. Ella piensa que por fin se ha calmado, él siente que sólo es un descanso. El silencio dura un instante y él vuelve a la carga, intentando dejar claro que la discusión es suya y que él mismo es el dueño en ese preciso momento. Hasta que su teoría se desmorona: ella saca fuerzas de donde no le quedan para hacerle frente y pedirle el divorcio. Está harta, ya no lo aguanta más, prometió demasiadas cosas que nunca llegó a cumplir. No se siente cómoda a su lado, le ama demasiado, pero tiene que pensar en sí misma. Él no tiene palabras, se queda callado, en silencio y, de repente, se queda solo, sumido en la más profunda oscuridad. Parece que ha conseguido lo que él quería, quedarse a solas con los pensamientos, con las historias que hay en su cabeza. Ella se marcha de la habitación y cruza la puerta, cerrándola de un portazo y jurándose a sí misma que nunca va a regresar. Él siente que ha triunfado, que ella se ha rendido, pero no se da cuenta de que la necesita más que a su propia vida, de que sin ella no merece la pena luchar por nada ni por nadie. Sale a buscarla, pero ella ya ha doblado la esquina dejando su dulce perfume en el aire. Sin alma, se derrumba en la calle y comienza a llorar gritando su nombre. Entra en la casa, coge las llaves del coche y sale directo a buscarla, pero ella no aparece por ningún lado. “¿dónde puede haber ido?” se pregunta. Desesperado, comienza a correr con el coche, no le importan las copas de más, no le importan sus nervios, sólo quiere encontrarla. Ella sigue sin aparecer. Lo que él no sabe es que ella se ha escondido, no quiere salir, no quiere dar con él, no quiere  volver a sentirse dominada por el hombre del que un día se enamoró, sólo quiere ser feliz, vivir su vida e intentar salir adelante sola. Ella es joven, aún le quedan cosas que vivir y por las que luchar. Necesita ser feliz, liberar las alas que él tenía atadas y volar, volar muy lejos de todos sus males mentales, necesita ser la persona que se perdió al estar con él. Él sigue sin darse por vencido, sigue buscando. Pronto se da cuenta de que ella  no va a volver, de que tiene que encontrarse a sí mismo, no a ella. Vuelve a su casa conduciendo despacio esta vez, pensando en su amada perdida por culpa de su egoísmo y promesas rotas. 

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